Las torpezas de la adultez

Jorge Alberto Estefanía, novel escritor, tuvo la gentileza de pedirme que presentara su libro "Cuentos de Dionisia".

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Su lectura fue para mí una revelación. Una ópera prima mas que interesante si se tiene en cuenta la juventud del escritor y la carencia de libro escrito sobre las historias de Dionisia -hoy Ciudad Comandante Nicanor Otamendi- que durante años han pasado de boca en boca, pero que nunca trascendieron los límites locales y hoy ya tienen una oportunidad de trascender.

Historias parte realidad parte fantasía, si es que esos conceptos se corresponden con alguna visión particular de los hechos de la vida, pero adjudicadas a personas que viven o vivieron en Dionisia. Por ello el escritor con prudencia los ha llamado "cuentos". Palabra que puede significar tanto, la narración indiscreta de un suceso, como un relato producto de la imaginación.
El fragmento que sigue corresponde se corresponde con uno de esos "cuentos"


La fantasma del Prado o las torpezas de la adultez


La adultez entre otras torpezas, incluye el escepticismo. Yo que escribo estas líneas, doy fe de la existencia de este ser etéreo y melancólico. 

Antes de que El Chambón y La Chambona humillaran a los bailarines del Prado con su espectacular resistencia y su ritmo arrollador (hay testigos que afirman haberlos visto venir bailando desde su casa, continuar danzando toda la noche y regresar a su domicilio de la misma manera en que habían venido, bailando, sin siquiera, detenerse para un refrigerio) hubo una gran bailaora española, mas precisamente de Sevilla, llamada María Consuelo Armento Lóres. 

El Prado, donde se realizaban las Romerías y funcionaban los talleres de la Escuela Media Nº 2 Luis Federico Leloir, era la sede de la Sociedad Española de Socorros Mutuos, ahí mismo vimos su alma en pena. 

En la glorieta del centro murió Consuelo, la Mentalóra, despechada por uno de los hermanos Matellanes, luego de bailar unas bulerias en honor de su amó perdío. 

Una tardecita de verano, siendo pibes, fuimos con Guillermo Machin y Raúl Teme a investigar por unos andurriales y vimos una silueta delgada y transparente, de nariz aguileña y finos labios, bailando en la glorieta del Prado, mientras acompañado de unas tenues castañuelas se oía un lamento tristísimo. 

Al comentar lo sucedido nuestros padres coincidieron en que lo que habíamos visto era un poco de humo o neblina y que lo que escuchamos fueron ranas y arrumacos gatunos.

Por eso digo que la adultez, entre otras torpezas, trae consigo el escepticismo.


Jorge Alberto Estefanía



Jorge Alberto Estefanía nació en Comte. Nicanor Otamendi, localidad rural de la Provincia de Buenos Aires, República Argentina.


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