El espejo
-
Según el diccionario de la
Real Academia Española, un espejo es una “tabla
de cristal azogado por la parte posterior, y también de acero u otro material
bruñido, para que se reflejen en él los objetos que tenga delante”.
Bajo estos términos, bien plantada, de cuerpo entero delante de él, supongo que lo que veo es mi imagen pasada por el tamiz de la idea que tengo sobre mí misma.
Bajo estos términos, bien plantada, de cuerpo entero delante de él, supongo que lo que veo es mi imagen pasada por el tamiz de la idea que tengo sobre mí misma.
En ese reflejo se entremezclan
características físicas, espirituales y emocionales y es probable que según el
estado de ánimo uno pueda verse mejor o peor de lo que en realidad es. Casi
imposible ser objetiva.
Me distraigo pensando que en
otros tiempos fui morocha y de ojos claros —características que he disfrutado
por ser herencia de mi nonna calabresa— por supuesto aún conservo los ojos
claros pero sobre mis cabellos se podría cantar aquello de que “las nieves del
tiempo platearon tu sien”.
Sobre cuestiones heredadas
de mis ancestros calabreses, me reconozco básicamente discutidora, siempre en
la búsqueda de las razones lógicas, o mas bien de mis razones y de mi lógica, pero soy tolerante y respetuosa, me
esfuerzo por comprender ideas y diferencias aunque es obvio que eso no
significa que esté de acuerdo con cuanta elucubración recorre la tierra.
Pacifista y de inclinaciones humanísticas las violencias me paralizan y no
concedo espacio para la falta de respeto y la grosería
Mi piel es muy pálida apenas
aceitunada y mis ojos están rodeados por profundas ojeras, que detesto porque
me hacen ver con un rostro de trasnochada.
Volviendo a lo físico, diría
que luzco un buen número de líneas de expresión, ganadas en las alegrías y las
penas de la vida que ya no se tapan con ningún maquillaje. Mi nariz es bastante pequeña y toda mi vida
se ha resistido a soportar el peso de los anteojos que suelen deslizarse sin
remedio casi hasta la punta lo que me otorga una imagen algo graciosa.
Mirarse en el espejo es como
una travesía, un recorrido por callejuelas que te van llevando desde lo
físico hacia las profundidades del alma.
En algunas oportunidades
frente al espejo suelo tener monólogos bastante teatrales. Es interesante mirarse
sin intención de verse, pero si de hablarse, de reflexionar, de resolver
cuestiones difíciles. Considero al espejo un buen amigo, aunque en
oportunidades criticaría su excesiva sinceridad.
Por las mañanas después de
abrir las ventanas del dormitorio y disfrutar del perfume de plantas y flores
del jardín, el espejo me devuelve una imagen original, bien diferente de la que
puedo ver a lo largo del día. Cabellos revueltos, ojos pequeñitos que apenas
logran abrirse heridos por la luz después de horas de oscuridad y sueños.
Comentarios