Como vió Nadine Gordimer a La hija de Burger

Describir las características de un personaje de novela, en general no es empresa fácil, pero es fundamental para la comprensión de sus movimientos en el transcurso de la historia. Aquí disfrutaremos de la forma en que la escritora Nadine Gordimer nos presentó a la protagonista de su novela La hija de Burger.



(...)Rosa Burger —de unos catorce años en aquella época, aguardando ante la cárcel con una túnica marrón encima de una camisa amarilla y un jersey marrón con rayas amarillas bordeando el escote en pico— era menuda para su edad, tenía las piernas en forma de botella (primer equipo de hockey)y la cintura diminuta. El pelo no estaba recién lavado y el cartílago de la punta de sus orejasquebraba la mata lacia y oscura, sugiriendo que las orejas eran prominentes aunque las llevaba escondidas. A partir de la raya al lado había un mechón que seguía una dirección contraria al resto yse había desteñido ligeramente debido al contacto con los productos químicos de la piscina de laescuela (segundo equipo de natación) y a la exposición al sol. De perfil era más bonita que de frente; el contorno ceroso que suele tener la gente de piel aceitunada, con la concavidad de los ojos marcada por la franja oscura y brillante de la ceja y el trazo abrupto de las pestañas, borroso en los extremos como antenas de mariposas nocturnas. Cuando la chica se volvía, aparecían muchas cosas decepcionantes: la mandíbula (mascaba una tableta de manteca de cacahuete que alguien le ofreció) pesada para un mentón pequeño, las ventanillas de la nariz que retrocedían bruscamente, las marcas de espinillas semicuradas y pellizcadas alrededor de la gran boca blanda que se abarquillaba y fruncía, vacilaba y se afirmaba cuando le dirigían la palabra y respondía, una boca idéntica a la de su padre. Pero sus ojos eran claros, de un gris descolorido, en cierto ángulo tan acuosos que la convexidad del gris parecía transparente bajo la luz de la tarde invernal. Nada semejantes a los ojos pardos de él, con la línea vertical de preocupación entre ellos, conjunto que dibujaba una mirada irresistible en las fotos de prensa. El marrón y amarillo del uniforme escolar no iba con su tez, aun teniendo en cuenta que probablemente no había dormido bien la noche anterior y que con las prisas de llegar a casa desde la escuela y de allí a la cárcel no había tenido tiempo de comer.
Rosemarie Burger, según el informe de la directora una de las alumnas más prometedoras de los años superiores pese a las desventajas —por así decirlo— de sus antecedentes familiares, la mañana siguiente a la detención de su madre fue a la escuela como cualquier otro día. Pidió permiso para ver a la directora y solicitó que le permitieran volver temprano a casa con el propósito de llevarle algunas comodidades a su madre. Su estilo realista y reservado volvió innecesario que nadie tuviera que decir nada, nada que significara condolencias... de hecho lo impidió, ahorrando así toda torpeza.
 Evidenciaba una «notable madurez»; esto al menos, sin ser específico, podía decirse en el informe.(...)

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