Los escritores tienen poca calle



Leo en las noticias que va a mudar a Mar del Plata el monumento a Colón que está detrás de la Casa Rosada. E su lugar van a poner otro dedicado a Juana Azurduy, financiado por el gobierno de Evo Morales. Las mudanzas de monumentos no son cosa nueva en la historia argentina. Este año se cumple un siglo del vacío evidente que quedó en los dos pedestales que flanquean la escalinata del Congreso Nacional, luego de que en el  invierno de 1913 se quitaran las cinco alegorías creadas por Lola Mora (la Libertad, El Progreso, La Paz, La Justicia y Los Leones), objetadas por su aire sensual. Una pena que en cien años a nadie se le ocurriera regresarlas al sitio para el que fueron concebidas.
Pero en este país la política siempre metió la mano en el mármol o el bronce. Si hasta algunos restos mortales ilustres han sido  llevados y traídos en rachas intermitentes de fervor ideológico o desvaríos mesiánicos (¿recuerdan el fastuoso proyecto del Altar de la Patria del brujo José López Rega?)
Con los nombres de las calles pasa algo parecido. Se rebautizan en honor a reconocimientos tardíos que suelen darse como una moda fugaz. Una contabilidad a las apuradas arroja que de las 2150 calles que hay en Buenos Aires, las dedicadas a escritores argentinos están relegadas a pasajes, plazoletas o un trayecto de metros mezquinos. A Jorge Luis Borges le tocaron menos de diez cuadras, a Adolfo Bioy Casares la mitad de un pasaje, a Victoria Ocampo 200 metros cortados por un dique de Puerto Madero, a Julio Cortázar tres cuadras alejadas de sus libros y una plazoleta, como las que le tocaron a Alejandra Pizarnik, Rodolfo Walsh, Alfonsina Storni o Roberto Arlt. Sin embargo la ciudad se empalaga con nombres de batallas, generales y coroneles.
“Hay calles con vida y calles momificadas”, escribió Ezequiel Martínez Estrada –un tocayo célebre con el que no me une ningún parentesco- en “la cabeza de Goliat”. Ninguna calle de Buenos Aires lleva su nombre, tal vez porque la Argentina se empecina en homenajearse más por la espada que por la palabra.

Ezequiel Martínez

Fuente: revista Ñ del 6-04-2013 columna PUNTO CRÍTICO, SOBRE LOS ESPACIOS DEL HOMENAJE Y LA MEMORIA

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