Sufrir un poco también puede ser estimulante
Breve relato sobre algunas cuestiones triviales
Después de haber esperado varios minutos que la vendedora, aparentemente concentrada en la lectura de un libro y al mismo tiempo escuchando música a todo volumen, dije con mi tono más amable:
- Señorita, quisiera ver un prendedor.
-¿Vió alguno en la vidriera? Preguntó entre descortés e indiferente, levantando apenas la vista.
Noté que tenía cara de estar enojada. De un enojo que yo no había provocado, que parecía llevar puesto así como su remera y su pantalón.
-Me gustaría ver ése - dije segura de mi misma, señalando uno que a mis ojos, tenía una belleza especial
-Ahh...ése... ¡es muy caro! Lanzó con aire desdeñoso.
Considero que soy una persona tolerante y respetuosa pero la agresividad y la discriminación, simplemente ¡me excitan!.
-¿Yo le pregunté el precio?- dije con un tono que no dejaba lugar a dudas acerca de que la pregunta llevaba implícita una sola respuesta.
La vendedora, que no estaba dispuesta a perder su malhumor, masculló una cifra que no me esforcé en escuchar, el maltrato ya había abierto una brecha insalvable entre nosotras.
Este hecho sin dudas trivial fué el eje que me movió a reflexionar acerca de la relación entre los oficios y los humores.
Actividad relativamente nueva y en ascenso, la de paseador de perros. En sus caminatas a cielo abierto, nos sorprende con su aspecto alegre y deportivo al tiempo que nos atropella con una jauría de animales víctimas de un cruel sometimiento.
Vender seguros o parcelas en cementerios privados, supone tener un excelente humor y un fino sentido de la ironía. Es necesario que el candidato piense alegremente en la muerte, la enfermedad y algunas otras desgracias a fin de que se decida a invertir hoy su dinero a fin de liberar de gastos futuros a sus parientes, entre los cuales seguramente habrá un yerno, nuera, suegra o suegro en quienes habitualmente no piensa y a quiens estaría feliz de dejar alguna que otra deuda.
Otro ejemplo, el de los cajeros de los bancos. Un grupo de seres que casi siempre está de malhumor. Encerrados en cubículos, custodiados por agentes de seguridad, vigilados por sus jefes y por los clientes, rodeados de montañas de billetes que nos les pertenecen. Si vamos a pagar nos reciben con cara de asco y si vamos a cobrar nos entregan el dinero como quien tira basura al cesto.
Pero como ya dice “casi” debe quedar claro que no todos los cajeros son poco amigables. De hecho en un banco de mi barrio encontré la excepción: un hombre sonriente, de mirada azul que siempre elige salir a almorzar cuando la cola frente a su caja es maravillosamente larga. Con la frente en alto, tapa el rectángulo a través del cual se permite comunicarse con nosotros, simples mortales, con un cartelito que reza “caja cerrada” se retira sin más trámite.
¿ Burlón? ¿ Irresponsable?
¡No! La imagen viva del buen humor y la indiferencia.
En otras ocasiones, el producto lleva implícito un disfrute y por ende se nos ofrece con buen humor. Aquí podemos incluir a los heladeros de la playa, a los que venden flores en la calle, entre otros
De algunos profesionales no podemos olvidarnos y es de los verduleros y los carniceros, que nos ofrecen sus productos con una sonrisa y hasta se permiten decir piropos a las señoras mayores, que en estas épocas de perpetua juventud están bastante depreciadas.
Seguramente hay muchos más ejemplos.
De todos modos, pienso que cada uno camina por la vida como puede y que no se trata de pedirle a una mitad del mundo que se sienta obligada a hacer feliz a la otra mitad, porque la vida no es solo para pasarla bien, sufrir un poco también puede ser estimulante.
Marta Arabia
Comentarios
Estoy convencida de que cada palabra que decimos y que nos representa es esa pincelada de color que mencionas,que va completando la paleta de nuestra vida.
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