También, en 1957, cantó boleros en París



Gabriel García Márquez (1927/2014)
La Jornada / Diario de México


Gabriel García Márquez, junio 1987
para celebrar el 20º aniversario de
Cien años de soledad
En Bogotà Colombia


París. Nevaba sobre París ese día de enero de 1957 en que un joven periodista del diario colombiano El Espectador, Gabriel García Márquez, terminó de redactar El coronel no tiene quien le escriba, donde por primera vez transformó el hierro de la historia en el oro del mito.
Desde su llegada dos años antes, en el helado diciembre de 1955, a la tierra de Rabelais, Rimbaud y George Brassens, con la misión de escribir crónicas sobre la actualidad europea, García Márquez se había estado entrenando para contar bien, con rigor y eficacia, casos enrevesados sobre espías en el aparato de Estado francés o la crisis del Canal de Suez.
La actriz vasca Tachia Rosoff, novia del escritor caribeño en esa época, cuenta que él estaba aprendiendo francés y lo que más hacía era escuchar canciones de Brassens. "Las cantaba maravillosamente", recuerda.
El catedrático francés Jacques Gilard explica en detalle, en la introducción a su obra periodística, cómo la práctica del reportaje y la lectura de Hemingway y Camus permitieron a García Márquez encontrar una vía narrativa -"la del relato denso y objetivo para expresar las cosas muy a grandes rasgos"- que lo llevaría hasta su "coronel".

Cantó boleros en París

Mientras redactaba esa novela, García Marquez vivía una situación precaria muy parecida a la de su personaje, el viejo coronel que espera en vano el giro de su pensión de guerra.
El Espectador había sido clausurado por el dictador Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957) y García Márquez se veía en aprietos para comer caliente una vez al día.
Se sabe que hasta cantó boleros a cambio de unos francos en el bar latinoamericano "L'Escale", de la rue Monsieur le Prince, acompañado por un guitarrista venezolano, Jesús Soto, el célebre artista cinético.
La figura del coronel está inspirada, como se sabe, en su propio abuelo Nicolás Márquez. De niño, el futuro cronista oía los cuentos de sobrevivientes de la guerra civil de los Mil Días (1899-1902) y de la Matanza de las Bananeras (1928), dos acontecimientos históricos en Colombia transfigurados de manera poética en la saga de Macondo, la aldea de Cien años de soledad, fundada después de una guerra.
Después de su primera incursión en Europa, el autor caribeño recorrió el mundo y aprendió a ver "todo lo que nuestra patria tiene de universal".
Antes de que se desatara la violencia en Colombia a fines de los años 40, había comenzado a estudiar derecho en la Universidad Nacional de Bogotá. Pero cuando admitió que su vocación era la escritura se dedicó al periodismo y se formó a sí mismo leyendo las grandes obras de la literatura universal.
"La educación en América Latina es tan rudimentaria y azarosa que uno tiene que salvarse nadando solo", dijo en una de las mil y una entrevistas que ha concedido.
La obra de García Márquez viene de los sueños y mitos del mundo indígena y mestizo caribeño, así como de sus lecturas, nutrido desde niño con Las Mil y una noches, la Biblia, la Iliada, la Odisea, Crimen y Castigo, Gargantúa y Pantagruel, el Conde de Montecristo, Don Quijote, La Metamorfosis, Edipo Rey, y por autores como Faulkner y Tolstoi.
Otras influencias importantes en su vida: la música popular latinoamericana y la música clásica, la poesía de Rubén Darío y el cine.
Su escritura está muy influida por la forma de narrar del cine. "Hasta los 30 años fui al cine casi todos los días, hice crítica de cine, asistí a los festivales, estudié dirección de cine en Roma", cuenta este admirador de Orson Welles, Kurosawa, Truffaut, Rossellini y Ruy Guerra.

El fabricante de pescaditos de oro

Uno de sus biógrafos, Dasso Saldívar, explica que García Márquez se inspiró de su abuelo Nicolás, quien después de militar fue joyero, para inventar el personaje del coronel Aureliano Buendía, fabricante de pescaditos de oro.
Otra de las posibles fuentes de esta imagen alquímica viene de la lectura del Barco ebrio, uno de los poemas preferidos del novelista, donde Rimbaud dice: "me habría gustado mostrarles esos peces de oro bajo el agua azul, peces cantantes entre las flores de espuma del mar".

http://www.elarcadigital.com.ar/modules/revistadigital/articulo.php?id=2790

Comentarios

Gildardo López Reyes ha dicho que…
Muy interesante Marta, muchas de estas cosas las desconocía.
Abrazo para ti
marta arabia toscanini ha dicho que…
Abrazo retribuído.

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