"Me quedé sola por negarme a la ablación"
Escapó de su casa a los nueve años para evitar la mutilación Observa con los ojos de una niña. Todo es nuevo y excitante. Su amplia sonrisa se convierte en una mueca de asombro. “¿De dónde sale toda esa gente?”, pregunta Janet Naningoi, ataviada con su lkarasha azul, una especie de chal típico de su país, Kenia, adornado con pequeñas monedas que tintinean. En sus 23 años de vida nunca había visto el metro. “¿Y podéis respirar bajo tierra?”. Es la primera vez que sale de Marigat, una de las comunidades de la región africana donde la mutilación genital femenina todavía tiene una incidencia muy elevada. Precisamente por eso ha venido a Madrid: ella se escapó de casa con nueve años para evitar la ablación y ahora quiere servir de ejemplo a otras mujeres. Una profesora le advirtió de las terribles consecuencias de lo que todavía muchos consideran un ritual de iniciación a la edad adulta. “Después de practicarnos la ablación, nuestros padres pueden casarnos y obtener la dote”. Si la niña no